La mayor parte de las críticas y objeciones que se hacen a la Marcha del Orgullo LGBTTT versan sobre su carácter "carnavalesco". Frases tales como "se ha convertido en un carnaval" son frecuentes incluso - o sobre todo- en miembros de la comunidad LGBT. Este tipo de comentarios generalmente van de la mano con la idea de que no es una marcha, pues una marcha tiene connotaciones políticas claras, y esta pérdida de politización se considera una devaluación del evento.
Ahora, demos una pequeña ojeada a lo que la palabra carnaval significa. Para la real academia, el carnaval se define de la siguiente manera:
carnaval.
(Del it. carnevale, haplología del ant. carnelevare, de carne, carne, y levare, quitar, y este calco del gr. ἀπόκρεως).
1. m. Los tres días que preceden al comienzo de la Cuaresma.
2. m. Fiesta popular que se celebra en tales días, y consiste en mascaradas, comparsas, bailes y otros regocijos bulliciosos.
3. m. despect. Conjunto de informalidades y actuaciones engañosas que se reprochan en una reunión o en el trato de un negocio.
ser un ~ una reunión de personas.
1. loc. verb. coloq. Ser muy alegre y ruidosa.
Entonces, el carnaval es una fiesta. ¿Pero qué distingue al carnaval de cualquier otra fiesta? Justo en ello radica la importancia de éste como manifestación pública. Porque ciertamente nadie reprocha que la marcha se haya convertido en una fiesta o una celebración. La peculiaridad implícita en la palabra "carnaval" es, irónicamente, la que puede bien condenarla o bien reivindicarla.
Para ejemplificar esta paradoja, pretendo tomar como modelo al teórico ruso Míjail M. Bajtín, pues rescata de forma interesante la función política del carnaval.
Comenzaré por enlistar los elementos del carnaval. Primero, claro está, se trata de una fiesta o una celebración. Pero más allá de eso, en esta celebración está siempre el elemento de transgresión de las normas. Por ejemplo, la coronación del "rey feo", común en los carnavales, nos habla de una ruptura con el orden preestablecido. Se mezcla, por así decirlo, lo que no es, con lo que "debe ser". Este es, para Bajtín, el elemento más importante del carnaval. No se trata simplemente de romper las reglas, sino más bien de invertirlas. Esto resulta en una sátira o crítica de las mismas reglas y los parámetros sociales. Junto con ello, está el elemento de lo grotesco, de la burla. De ello se encargan los disfraces y máscaras, y las actitudes exageradas. Esto, por supuesto, también inscrito en la inversión de los parámetros sociales. Toda esta carga crítica generalmente se avoca también a la crítica de la hipocresía, por ejemplo: satirizar a algún personaje religioso por medio de un disfraz que represente algo moralmente opuesto a lo que este personaje debería representar, significa exhibir y condenar su hipocresía.
Estos elementos son muy importantes, pero tal vez mucho más importante que ellos es el efecto que producen. En el carnaval cada quien es libre de ser a su modo, libre de expresar su descontento con la sociedad, de dejar oír su voz y lo que quiera expresar. Y todo ello de una forma única, idiosincrásica, en plena libertad individual. Esto lleva al elemento más importante del carnaval: el sentimiento de familiaridad. En el carnaval, en el momento en el que éste se lleva a cabo, todos los participantes son uno mismo, todos son el carnaval. Son cómplices dentro de su pequeña representación del mundo, dentro de su pequeño universo donde las cosas no son como son sino como ellos quisieran que fueran, los parámetros preestablecidos se eliminan, las jerarquías desaparecen, las diferencias se desvanecen, y por ese efímero momento, todos son iguales, todos son una gran familia. Este es el sentimiento que se logra en la celebración de un carnaval, no solo la complicidad sino la familiaridad, todos están juntos, son parte del mismo mundo y al mismo tiempo saben que el mundo fuera del carnaval es distinto, por eso se saben unidos en una gran familia carnavalesca que los envuelve y separa del mundo real por unos momentos.
¿Que la Marcha LGBTTT se ha convertido en un carnaval? Sí, definitivamente. ¿Que eso la degrada? En absoluto. ¿Quién que haya ido a alguna marcha, no se ha sentido realmente empático, unido a sus compañeros marchantes, cuando algún curioso los mira con horror o les grita algún insulto? En la marcha, todos somos uno, unidos para caminar con la frente en alto sin importar la hostilidad del medio. Lo que nos une nos hace fuertes, y el carnaval definitivamente coopera para este sentimiento de unidad.
Ahora es el momento en el que yo me pregunto ¿podría haber una mejor manera para que la comunidad LGBTTT se manifestase, que no fuera el carnaval? Una comunidad diversa, heterogénea, marginada, discriminada, estigmatizada, estereotipada, cuyo único punto en común es el deseo de amar libremente, en una forma distinta a la convencional. Esta comunidad, que desea que los parámetros se abran, que las normas no los condenen, que los incluyan, que desea ejercer su libertad ¿no acaso debe expresar su descontento con crítica, sátira, burla, libre expresión? ¿no acaso mediante un acto de festividad diversa, alegría bulliciosa, pues no habla de guerras ni hambrunas, sino de la libertad de amar?
Sin embargo, la comunidad LGBT es diversa, mucho más diversa que lo que cabe en el carnaval, y por lo tanto habrá muchos quienes crean que manifestarse de ese modo no se apega a sus ideologías. Por supuesto, esta postura es igual de válida que cualquier otra. Sin embargo, antes de condenar al carnaval como algo frívolo y banal, primero habrá que reflexionar sobre su trasfondo y consistencia. A fin de cuentas, el carnaval no es para todos, sólo para los disidentes festivos.
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